REFLEXIONES SOBRE LA CONCIENCIA

Orozco C., LF; Villa, C.; Franco, LM; Baquero, P.

Introducción

La conciencia ha constituido uno de los más grandes y desafiantes problemas para la humanidad. Los problemas entorno a la mente y a la conciencia siempre se han considerado como unos de los más complejos a los que la filosofía y la psicología se han enfrentado en toda su historia (Velmans, 1996). Explicar su naturaleza y funcionamiento, es una invitación al conocimiento científico del fenómeno humano. Este artículo busca hacer una síntesis de los conocimientos que rondan nuestra cabeza entorno a este problema profundamente apasionante.

El artículo consta de tres partes. En la primera, hacemos un análisis histórico-crítico del concepto de la conciencia desde los Clásicos hasta la era contemporánea. En la segunda, planteamos las lecciones que tal evolución nos deja y exponemos la necesidad de una nueva aproximación al fenómeno mente-cuerpo y que concilie la brecha existente entre los fenómenos neurofisiológicos que generan la conciencia y la experiencia consciente). Hacia el final, retomamos los elementos que David Chalmers expone como principios para la construcción de una verdadera teoría acerca del origen de la conciencia humana.

Análisis Histórico-crítico del Concepto de Conciencia

El interés por el estudio de la conciencia humana ha girado en torno a cuatro preguntas: ¿Qué es la conciencia? ¿Cuál es la función de la conciencia? ¿Cuál es la relación existente entre la conciencia y el cerebro? y ¿Qué diferencias existen entre el fenómeno en sí y su estudio? Estas han sido y quizás seguirán siendo las preguntas constantes a pesar de las diferencias entre los enfoques y metodologías seguidos para hallar una respuesta.

Como veremos, existen tres grandes momentos en la historia de los conceptos entorno a la conciencia. Un primer momento, producto de la argumentación especulativa, que parte de la imaginación. Un segundo momento, basado en la argumentación fruto de la observación de los fenómenos mentales y un tercer momento también basado en la observación pero amplificada, resultado del desarrollo tecnológico que permitió el entendimiento del comportamiento humano en términos funcionales y no anatómicos como al inicio de la ciencia moderna, de los procesos mentales.

La inquietud por la conciencia se remonta muy atrás en el tiempo, por lo menos en el campo de la tradición Occidental, unos 2500 años atrás. Alcmaeon de Creta (500 a. C.) fue el primero en defender lo que más tarde se conocerá como la Hipótesis Cerebral. Empédocles (490-430 a. C.) localizó la fuente de los fenómenos mentales en el corazón (Hipótesis Cardiaca). En las premisas de la Escuela Pitagórica (Siglo VI a. C.) se encuentra una de las primeras aproximaciones al fenómeno de la mente. Mediante la geometría los pitagóricos comprendieron la mente como la capacidad de entender el mundo a través de los números. También Platón (347 a. C.) y Aristóteles (384-322 a. C.) otorgaron una marcada importancia al problema de la mente en su filosofía. El primero de ellos, en el marco de una concepción dualísta del mundo y el segundo, en el marco de un "realismo" tanto en el orden del ser como en el del conocimiento.

Hipócrates (460-377 a. C.) y Galeno (129-199) describieron los cambios en el comportamiento de aquellas personas con lesiones cerebrales, haciendo evidente la relación existente entre el cerebro y los fenómenos mentales. Los estudios realizados en los gladiadores romanos con heridas abiertas en el cráneo le permitieron a Galeno comprender algunos fundamentos acerca de la anatomía cerebral. Incluso, llegó a plantear que la mente se encontraba en el líquido cefalorraquídeo y que éste era llevado desde los ventrículos cerebrales hasta los músculos para la generación de movimiento. Los estudios anatómicos realizados por Andreas Vesalius durante el Siglo XVI permitieron entender que el sustrato anatómico de los fenómenos mentales no era el fluido contenido en los ventrículos cerebrales sino la corteza cerebral y que los nervios procedían del sistema nervioso central y no del corazón.

Durante la edad moderna, la evidencia adquirida permitió un tipo de aproximación diferente: La observación constituye el pilar fundamental para la construcción de un concepto del mundo. Descartes (1596-1630), Hume y Kant aportaron las bases para el conocimiento de los procesos mentales, que contribuirían a nuevas formas de pensamiento en torno a la relación mente- cuerpo. Hubo gran preocupación por describir la estructura anatómica encargada de generar los fenómenos mentales. Descartes localizó el origen del alma humana en la glándula pineal, Gall y Spurzheim entendieron a la corteza cerebral como un conglomerado de unidades especializadas en generar una serie de facultades del comportamiento humano y llegaron a describir 27 de estas áreas funcionales.

De otra parte, Jean Baptiste Bouillaud (1796-1881), Paul Broca (1824-1880), Carl Wernicke (1848-1904), Theodore Meynert (1833-1892) y los experimentos que permitieron la confirmación electrofisiológica de la especialización en la función cortical realizados en 1870 por Gustav Theodor Fritsch, Eduard Hitzig y luego por David Ferrier , confirmaron la hipótesis de que el cerebro era por excelencia, el órgano encargado de la generación del comportamiento humano.

La descripción de la neurona y de sus propiedades funcionales gracias a las observaciones de Luigi Galvani en el Siglo XVIII, Theodore Schwann en 1838, Rudolf A. Van Koelliker diez años más tarde, J. Bernstein en 1886 , Don Santiago Ramón y Cajal y finalmente A. F. Huxley y L. Hodgkin llevó a pensar que el cerebro no era una masa alojada en la cavidad craneana, sino un conglomerado de células especializadas en la transmisión de información, en términos de impulsos nerviosos (La Hipótesis Neuronal).

Estos últimos aspectos son los que caracterizan el tipo de abordaje al fenómeno de la conciencia por parte de la ciencia contemporánea. Durante este período se entiende que los fenómenos naturales y el comportamiento humano son más complejos de lo que parecen. Hoy se entiende gran parte de los fenómenos neurofisiológicos que subyacen nuestro comportamiento. Interpretar el mundo a nivel molecular nos hizo replantear la forma de ver la realidad permitió redefinir el concepto de conciencia. La tradición filosófica y los `productos del desarrollo científico-tecnológico, han legado algunas lecciones en torno a las cuatro preguntas iniciales.

La conciencia es un fenómeno digno de estudiarse desde diferentes dimensiones, ya que es un fenómeno multifactorial; en donde el estudio de sus partes no necesariamente va a conducir al entendimiento del todo. De tal manera que esta nueva manera de entender los fenómenos mentales implica un enfoque multidisciplinario.

Estudiar el fenómeno de la conciencia implica prestar atención a las dimensiones naturales y fenomenológicas de la misma, implica a su vez, oír los diferentes puntos de vista de otros campos del conocimiento, implica también reconocer la multifactorialidad del problema. Esto último es, en esencia, la fuente de lo que hoy llamamos las Neurociencias: la reunión de algunas disciplinas en torno al funcionamiento cerebral y sus productos últimos.

Tradicionalmente las teorías en relación con cuál es la naturaleza del sustrato de la conciencia se han catalogado en dos grupos: Dualistas y Monistas.

En el primer tipo de enfoque, el mundo está constituido por una dimensión espiritual o mental y otra puramente física. En la segunda, la dimensión mental o racional y la física (espacio-temporal) pueden ser reducidas a una sola cosa abordable por el método experimental.

 

 

FIGURA No. 1 "Variantes de los Enfoques Dualistas Interacionistas"

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Dentro de la corriente dualista hay variaciones. Por ejemplo de Platón, puede recordase la concepción de la realidad en términos del mundo de las ideas (eidos) y el mundo de las sombras (realidad aparente). Para él, el contenido racional de la materia venía dado por lo que en ella había de eidos (idea); es decir, contenido racional. La idea se encarna en la materia y es esta idea lo que el alma recuerda cuando conoce. Este contenido racional se identifica con la qualitas o contenido sustancial de lo que se nos aparece en el mundo material.

De otra parte, Descartes volverá a plantear un nuevo dualismo al concebir la sustancia como integrada por dos "modos": Res Extensa; es decir todo lo que se nos manifiesta en el espacio-tiempo; y Res Pensante, es decir todo aquello que nos es accesible por la vía del pensamiento.

Otros dualistas como Huxley (1898), creen en que el funcionamiento del cerebro lleva a la producción de la experiencia consciente pero no comparte la idea de la interacción entre la experiencia y el cerebro mismo, a lo que se le ha llamado el Epifenómeno. Leibniz (1686) argumenta que la mente y el cerebro están perfectamente alineados pero no interactúan causalmente (Paralelismo Psicofísico).

En la corriente monista también hay variantes: En la actualidad esta corriente sostiene que la conciencia es un estado funcional del cerebro (Place 1965, Armstrong 1968, Churchland 1988, Searle 1993) producto de una serie de interrelaciones causales que pueden no estar solamente en el cerebro sino también en las "máquinas pensantes"(Velmans ,1996).

Algunas Lecciones Para el Futuro

La evidencia con la que contamos actualmente, hace innegable el entendimiento de la conciencia como una propiedad emergente del cerebro. Sin embargo, el que la conciencia sea una propiedad emergente del funcionamiento cerebral, no implica que el único determinante de la misma sea la dinámica del funcionamiento cerebral; la mente y la conciencia son más que el cerebro por sí mismo. Este planteamiento introduce dos conceptos que describiremos a continuación.

Para poder lograr construir una teoría "que funcione" sobre la conciencia, es necesario entender que el cerebro es una condición necesaria pero no suficiente para que un organismo posea conciencia. Pensar que el cerebro es lo único suficiente para poder entender la conciencia nos puede llevar a creer que al construir una teoría sobre los fenómenos neurofisiológicos detrás de la generación de la conciencia, es, a la vez, explicar la conciencia en sí misma y, peor aún, la experiencia de la misma. Esta forma de plantearse el problema de la conciencia nos lleva a reconocer que existe una brecha entre la explicación del cómo y del qué. Tal abismo se ha llamado Explanatory Gap (Levine, 1983) y hace referencia al hecho de que la explicación de la neurobiología de la conciencia no explica por sí mismo, el concepto de conciencia y menos aún la emergencia de la experiencia de la conciencia. Entendida esta última no como la experiencia ingenua del aquí y el ahora, no como esa auto-conciencia, sino como el hecho de ser consciente de que se es consciente.

Fenómenos como la Plasticidad Neuronal y la Potenciación a Largo Término (LTP, Edwards F.,1995), nos dejan ver una nueva forma de plantear el enfoque dualista interaccionista sobre la conciencia. Ya no sólo debemos entender que los fenómenos mentales modifican el universo físico en términos de acciones, sino que los mismos fenómenos mentales, producto del funcionamiento de un sistema dinámico complejo como lo es el cerebro, son capaces de modificar la estructura del sistema. En este contexto la conciencia es también un resultado de la multicausalidad.

Se impone así una concepción de la función cerebral similar a la de la Física No Lineal (Scott, 1995); el sistema nervioso como un todo es mayor desde el punto de vista funcional, que la suma de las actividades individuales de sus componentes (Holismo Cerebral). Existe una relación bidireccional entre los productos de su funcionamiento y la infraestructura misma. Los fenómenos mentales tienen la capacidad de modificar la estructura del sistema nervioso y viceversa; la estructura y composición del sistema nervioso determina las características de los fenómenos mentales.

 

La conciencia es un mundo que no obedece a las concepciones clásicas del tiempo y del espacio. Es un conjunto de escenas alternantes, algunas inmersas en nuestra historia, en nuestros miedos o en nuestras fantasías; y otras, tan crudamente similares a la realidad externa. Nuestro mundo interno es el enigma por excelencia de nuestro cerebro y es tal vez, la pregunta más difícil que un cerebro se pueda hacer a sí mismo.

 

Hacia Donde Nos Dirigimos según Chalmers

Hasta el momento, a pesar de la gran cantidad de literatura existente, no se cuenta con una teoría que nos permita entender en su globalidad el fenómeno de la conciencia; es más, se cuestionan los alcances de la ciencia actual para poder escudriñar las bases de la conciencia.

David Chalmers, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de California en Santa Cruz, afirma que la conciencia es uno de los fenómenos que conocemos de manera más íntima y sin embargo uno de los menos comprendidos por la humanidad. La conciencia es un término arbitrario que agrupa una serie de fenómenos. En este contexto debemos ser conscientes de que cada uno de ellos debe tener una explicación coherente. No obstante, habrá algunos más fáciles de explicar que otros y, por lo tanto, es útil poder dividirlos en problemas fáciles y en problemas difíciles (Chalmers, 1996).

Los problemas fáciles de la conciencia son fáciles porque su explicación se logra mediante los métodos convencionales de la ciencia cognitiva y la neurofisiología, explican su mecanismo generador; y porque se relacionan con la explicación de habilidades o funciones cognitivas y, por lo tanto, son funcionalmente definibles. Algunos de estos problemas son:

 

La habilidad para categorizar, discriminar y reaccionar frente a los estímulos ambientales.
La integración de la información a través de un sistema cognitivo.
La capacidad para reportar los estados mentales.
La capacidad de un sistema para acceder a sus estados internos.
La capacidad de concentración y de percepción dirigida por la atención.
El control del comportamiento.
La diferencia entre los estado de vigilia y sueño.

El problema difícil por excelencia en el estudio de la conciencia es la Experiencia. Es difícil porque a pesar que expliquemos todos los fenómenos fisiológicos detrás de ella siempre habrá una pregunta sin responder, porque va más allá del desarrollo de una función. Según Chalmers:

To explain experience, we need a new approach. The usual explanatory methods of cognitive science and neuroscience do not suffice. These methods have been developed precisely to explain the performance of cognitive functions, and they do a good job of it. But as these methods stand, they are only equipped to explain the performance of functions. When it comes to the hard problem, the standard approach has nothing to say.

Para llegar a una nueva teoría sobre la conciencia, Chalmers propone una serie de principios. El primero de ellos, es tomar a la conciencia seriamente, esto implica la aceptación de su existencia y la negación de su conceptualización a partir de la explicación de mecanismos funcionales. El segundo de ellos, es tomar a la ciencia seriamente, lo que implica aceptar los conceptos científicos existentes hasta el momento, sin querer decir con ello que uno deba limitarse a estos. El tercer punto, implica pensar que si el fenómeno de la conciencia es un fenómeno natural, debe existir alguna teoría científica capaz de explicarlo así lleguemos a ella o no.

El fenómeno de la conciencia se encuentra en el borde entre la ciencia y la filosofía. Es un fenómeno que pide una explicación científica pero que no está dispuesto a ser estudiado a través de los métodos científicos comunes.

Según Chalmers es común a todas las teorías que intentan explicar la consciencia, la falta de un ingrediente adicional en sus fórmulas. Tal ingrediente, ha sido descrito por muchas disciplinas, pero hasta el momento no existe una teoría que exponga un planteamiento claro sobre la emergencia de la experiencia a partir de fenómenos causales neurofisiológicos. La respuesta no está entonces en la formulación de teorías reduccionistas, sino en la construcción de una teoría no reduccionista, y que parte del principio de que la experiencia o la conciencia son fundamentos; es decir, que no pueden ser explicados en términos más simples. Tal enfoque, nos obliga a formular nuevos principios, ya no físicos, sino psicofísicos, que concilien la manera en que los procesos subjetivos tales como la experiencia, surgen de una serie de procesos físicos (dualismo Naturalista). Tale principios son:

 

  1. Principio de Coherencia Estructural
    Tanto la percepción como la experiencia tienen un estructura en común, dada por las característica de la información percibida. La percepción es un proceso cognitivo en donde sus contenidos están dados por toda aquella información que en un instante en particular esté globalmente disponible para el control del sistema. Las características de la información percibida se expresan también en su experiencia.
  2. Principio de la Invariancia Organizacional
    Si dos sistemas comparten la misma organización funcional ambos sistemas han de tener experiencias similares. De este principio se deriva que son las características organizacionales funcionales de un sistema las esenciales para la generación de la conciencia y no sus propiedades estructurales.
  3. Teoría sobre el Doble Aspecto de la Información
    Siempre donde exista información hay estados y espacios de información. Los contenidos de tales espacios de información están dados por el conjunto de diferencias existentes entre sus elementos, que una vez hechos conscientes generan espacios de experiencia que por la naturaleza isomórfica de sus elementos comparten ciertas características con los espacios de información. La información por lo tanto cuenta con dos dimensiones, la física y la experiencial o subjetiva. La experiencia en la conciencia surge del procesamiento físico por virtud de su naturaleza. (Double Aspect Theory of Information). (Ver Chalmers 1995, 1996)

 

Conclusiones

El fenómeno de la conciencia ha permanecido en la historia del pensamiento humano como uno de los interrogantes más fascinantes y preocupantes, su estudio siempre ha girado en torno a cuatro preguntas fundamentales, que aún para muchos continúan sin resolver: ¿Qué es la conciencia?, ¿Cuál es la función de la conciencia?, ¿Cuál es la relación existente entre la conciencia y el cerebro? y ¿Cómo debe estudiarse?. La aceptación que el cerebro es condición necesaria más no suficiente para la generación de la experiencia.

La emergencia de la experiencia se levanta como el problema central a explicar dentro del fenómeno de la conciencia. Las teorías hasta el momento existentes no desarrollan este tema a profundidad e incluso se cuestionan la posibilidad de estudiarlo con los elementos teóricos con que contamos en la actualidad.

Tomamos como modelo teórico hacia el futuro el expuesto por David Chalmers, pero existen muchos otros a considerar. Lo que se ha visto es que tanto las teorías monistas, como las dualistas han podido explicar aunque parcialmente, algunos fenómenos del comportamiento. Por ejemplo, algunos problemas fáciles, según Chalmers, que son los funcionalmente definibles caben dentro de una teoría reduccionista. Otros, principalmente los "difíciles", no. Siendo la conciencia y la experiencia consciente tan complejas, creemos que tal vez no resulta útil descalificar los acercamientos ya dados. Es posible que todo el fenómeno sea el resultado de una serie de procesos que no se expliquen todos de la misma manera.

Parecería que dependiendo de la figura del lenguaje que utilizamos hacemos referencia una dimensión diferente de la conciencia y nos preguntamos: ¿será válido hacer referencia al problema de consciencia de manera general? Tal vez no. Así como Chalmers y Güzeldere afirman, la conciencia es un conjunto de fenómenos y por lo tanto es también un conjunto de situaciones por resolver, todas dignas de una aproximación teórica acertada, esto, una vez reconocidas como diferentes.

Finalizando esta década, que algunos han acordado llamar "La Década del Cerebro", queda todavía la duda de cómo la percepción del mundo genera a través del funcionamiento cerebral, un universo nuevo lleno de temores y de expectativas que rigen el comportamiento humano. Nacen todos los días nuevas preguntas al respecto. Algunas de ellas son: ¿Desde que disciplinas debe abordarse el fenómeno?, ¿Cuál es el alcance de la ciencia materialista en la explicación de este fenómeno?, ¿Ocupa un lugar determinado en términos de espacio-tiempo?.

Pensamos que el estudio de la conciencia crece más a partir de la multiplicidad y de la variedad en su aproximaciones y de sus discusiones, que de un seguimiento monotécnico del tema.

Es claro la necesidad imperante de resolver este misterio. La conciencia es el centro del auto-conocimiento, es la fuente de los sentimientos, es ese algo que hace del rojo, amor; del verde, esperanza. Es tal vez lo que más experimentamos y menos conocemos. Es, sin duda, el fundamento de la naturaleza subjetiva del ser humano.

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